segunda-feira, 25 de dezembro de 2006

Sandino


Con un gesto suave se sacó de encima a ese cuerpo blanquecino sudoroso, a ese rostro enrojecido por la excitación que torpemente se hundía en su cuello moreno. La cama dejó de crujir. El polvo de los caminos ardió en su nariz con el movimiento de las sábanas desentramadas por tantas piernas.
El gringo se vistió con sus ropas de marine y antes de calzarse las botas, sacó unos dólares arrugados del bolsillo. Pero esta vez ella no quiso dinero, pidió un fusil de recuerdo. “Uno de los nuestros” le dijo con sonrisa compradora. Y fingida.
Cargó el viejo fusil y una ristra de municiones y fue al encuentro de las demás. Otras putas de Puerto Cabezas que habían hecho lo mismo. Entre las sombras de la noche y la alborada fueron a buscar a los hombres que venían de San Albino para entregarles las armas.
Eran treinta mal trazados y tan humilde era su estampa de soldados como lo era la de esas muchachas para ofrecer su cuerpo. El jefe se abrió paso entre la tropa, enjuto, mirada firme, sombrero de ala ancha, rostro aindiado…
Volvió a agradecer y les pidió que se apuraran, que andaban los milicos de Chamorro.
Los hombres se perdieron en la espesura y las mujeres volvieron andando a ritmo sostenido y cuchicheando…
- ¿Cómo dijo que se llamaba?
- Sandino. Augusto César Sandino.


Juan Trasmonte (Todos os direitos reservados)
Texto sobre o início em 1926 da luta armada de Augusto César Sandino em Nicaragua, escrito em 2000 para o programa de rádio Doble Equis

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