Maria Sampaio fue, entre todas las mujeres que nunca conocí, mi mejor amiga.
Llegué a ella a través de una de sus imágenes, una de esas que uno no puede dejar de contemplar: la de Dona Canô Veloso, en riguroso blanco y negro, sentada en la sala de su casa de Santo Amaro.
Maria se hizo lectora asidua de mi blog y yo del de ella. Dulce rutina, mucho más dulce que las noticias.
Yo no conocí a Maria, pero la conocí. Primero en sus imágenes, después en sus palabras, sus continhos. Era mi amiga virtual. Después la conocí en el abrazo de Bernardo en un café de la calle Florida. Ahí estaba su sangre.
El universo conspira. Cuando produje en enero el show de Domenico Lancelloti y Pedro Sá, por casualidad Caetano estaba en Buenos Aires y vino a ver el recital. Curiosamente, yo no quería recordarle a Caetano cuando lo entrevisté, ni quería nada. Solamente quería escribirle a Maria -que tantas imágenes lindas había hecho de los Veloso- para contarle que Caetano se había aparecido en el show. Y Caetano ya se iba cuando me preguntó dónde estaba el baño. Le dije “hay uno con la foto de Chico Buarque y otro con la foto de Bebel Gilberto”, pero no resistí y agregué: “Le voy a contar a Maria Sampaio que estuve con vos”. Y la respuesta caetánica llegó certera:
- Decile a Maria que entré en el que tiene la foto de Chico Buarque.
Y Maria se rió con la anécdota que hasta ahora solamente sabíamos ella y yo.
Yo no la conocí, pero la conocí. Porque el universo conspiró otra vez y produje el show de Jussara Silveira con Luiz Brasil en Buenos Aires. Entonces me trajo un poquito de Maria en el encuentro con Jussara. En sus ojos descubrí que las cosas no estaban bien. Sentí lo mismo cuando Jussara se iba y me tomó del brazo para atravesar la avenida Callao. Había ahí una despedida que no era nuestra.
Pero qué joder, si Maria venía poniéndole ovarios y alegría a esta larguísima lucha. Parece un contrasentido, sin embargo, siempre tuve la sensación que los afligidos éramos nosotros, que la alegría de Maria provenía de una paz baiana, muy profunda.
Ella me hizo preguntar y me pregunto qué cosa es la virtualidad, si se puede vibrar con alguien en la misma cuerda a través de la distancia, en las imágenes, en las canciones, en unas pocas palabras. Si se puede ser en el abrazo de otros.
Entonces la partida de Maria no es una despedida. Es solamente la constancia de una presencia que no cesa.
Llegué a ella a través de una de sus imágenes, una de esas que uno no puede dejar de contemplar: la de Dona Canô Veloso, en riguroso blanco y negro, sentada en la sala de su casa de Santo Amaro.
Maria se hizo lectora asidua de mi blog y yo del de ella. Dulce rutina, mucho más dulce que las noticias.
Yo no conocí a Maria, pero la conocí. Primero en sus imágenes, después en sus palabras, sus continhos. Era mi amiga virtual. Después la conocí en el abrazo de Bernardo en un café de la calle Florida. Ahí estaba su sangre.
El universo conspira. Cuando produje en enero el show de Domenico Lancelloti y Pedro Sá, por casualidad Caetano estaba en Buenos Aires y vino a ver el recital. Curiosamente, yo no quería recordarle a Caetano cuando lo entrevisté, ni quería nada. Solamente quería escribirle a Maria -que tantas imágenes lindas había hecho de los Veloso- para contarle que Caetano se había aparecido en el show. Y Caetano ya se iba cuando me preguntó dónde estaba el baño. Le dije “hay uno con la foto de Chico Buarque y otro con la foto de Bebel Gilberto”, pero no resistí y agregué: “Le voy a contar a Maria Sampaio que estuve con vos”. Y la respuesta caetánica llegó certera:
- Decile a Maria que entré en el que tiene la foto de Chico Buarque.
Y Maria se rió con la anécdota que hasta ahora solamente sabíamos ella y yo.
Yo no la conocí, pero la conocí. Porque el universo conspiró otra vez y produje el show de Jussara Silveira con Luiz Brasil en Buenos Aires. Entonces me trajo un poquito de Maria en el encuentro con Jussara. En sus ojos descubrí que las cosas no estaban bien. Sentí lo mismo cuando Jussara se iba y me tomó del brazo para atravesar la avenida Callao. Había ahí una despedida que no era nuestra.
Pero qué joder, si Maria venía poniéndole ovarios y alegría a esta larguísima lucha. Parece un contrasentido, sin embargo, siempre tuve la sensación que los afligidos éramos nosotros, que la alegría de Maria provenía de una paz baiana, muy profunda.
Ella me hizo preguntar y me pregunto qué cosa es la virtualidad, si se puede vibrar con alguien en la misma cuerda a través de la distancia, en las imágenes, en las canciones, en unas pocas palabras. Si se puede ser en el abrazo de otros.
Entonces la partida de Maria no es una despedida. Es solamente la constancia de una presencia que no cesa.